Friday, June 16, 2006

Ultimas reflexiones


Se nos pide que votemos sí a un estatuto que, de hecho, solo entusiasma realmente a los muchachos de Iniciativa per Catalunya, el equivalente de los chicos de Llamazares. Mala señal: ¿es repentinamente Cataluña comunista?

Se nos quiere hacer cómplices de un espectáculo lamentable que tiene su mejor ejemplo en la actitud de ERC: votó sí en el Congreso, se abstuvo en el Senado, y pide el no en el referéndum. Nos dicen por activa y por pasiva que tan solo es un paso más, pero que la reivindicación continuará desde el día siguiente. Es decir, nos piden que aprobemos un mero instrumento que permita a la clase política dominante en Cataluña disponer de más medios para seguir acaparando poder y avanzar en su eterna reivindicación.

Es un texto intervencionista que otorga a la administración catalana facultades para regular hasta la desesperación todos los aspectos de la vida pública y privada, incluso la lengua en la que debemos expresarnos. Es un estatuto que forzosa y premeditadamente apartará a Cataluña del resto de España, al establecer trabas al libre establecimiento por razón del idioma.

Se nos promete más dinero para Cataluña, sin entrar en absoluto a analizar si el déficit público catalán se debe realmente a falta de recursos o a una lamentable administración de los disponibles. En vez de exigir rigor a nuestros gobernantes, vamos a darles más dinero para construir su apariencia de nación soberana. Magnífico aliciente para que el despilfarro continúe: siempre está Madrid para pedirle más.

La aprobación del estatuto abre la puerta a reclamaciones similares. Incluso la tan cacareada definición nacional ha sido ya plagiada por Andalucía y reivindicada por Galicia y el País Vasco. ¿Dónde acaba esto?

Algunos defensores del no han sido agredidos, paradójicamente, por otros defensores del no. ¿A qué extremos de paranoia está llegando la política catalana?

Se nos vende la idea de que más poderes para la Generalitat equivale a una administración más próxima, y por tanto más eficaz. La proximidad no es garantía de eficacia, y en un territorio tan pequeño y de población reducida como Cataluña esa proximidad solo es beneficiosa si mandan “los nuestros”. En cualquier caso, se presta mucho más a la corrupción y al amiguismo.

Se multiplica la burocracia y la administración, como medio de fomentar ese amiguismo colocando a todos los acólitos en cargos públicos. Se sustituyen cuatro provincias por decenas de comarcas y veguerías. ¿Más proximidad y más eficacia? Debe ser genial cuando conoces personalmente al alcalde y es de los tuyos. Pero ¿y cuando no lo eres y él te conoce a ti?

Es un estatuto que sienta las bases para un progresivo alejamiento del resto de España, que otorga a los nacionalistas las herramientas necesarias para ir avanzando sin pausa en su proceso secesionista. En definitiva, un texto “catalanista, ecologista y de izquierdas”, en palabras del conseller Saura. ¿Es eso lo que queremos para Cataluña? Yo desde luego no, y por eso votaré en contra del proyecto de estatuto.

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